Vivamos muchos años, buenos y malos momentos, vemos pasar meses, semanas y días. Todo lo que vivimos durante estos espacios de tiempo escribe nuestra historia, nos define, nos construye o nos atormenta. El tiempo, como unidad creada para medir la duración entre sucesos, forma parte de nuestra sociedad y condiciona muchos de nuestras vivencias.
La mayoría de nosotros estamos preocupados por él, por no perderlo o desperdiciarlo, p
or verlo pasar por nuestros ojos sin poder pararlo. Cuantos de nosotros no pensamos “debería haber aprovechado mejor mi tiempo”, “debería haber hecho esto o aquello”, o cuantos estamos pendientes del tiempo futuro, de lo que queremos tener o conseguir o de lo que no tenemos.
Como seres que pasamos por el mundo, el tiempo verdaderamente importante debería ser el tiempo vital, es decir, el tiempo presente, el ahora, este instante en el cual respiras, el tiempo en el que sientes el latido de tu corazón y el calor de tu compañía o ves la sonrisa de tu ser querido o la mirada tierna de tu hijo o hija.
El tiempo verdadero es el presente, el pasado ya no es tiempo, sólo es recuerdo de un tiempo que ya dejó de serlo, es una sombra de nosotros grabada en nuestra mente a la cual ya no podemos volver, es un tiempo relativo a nuestro presente. El futuro, es tiempo que aún no es, es tiempo que no existe, es un salto relativo al vacío espacio temporal de nuestra mente donde podemos ver lo que deseamos y aspiramos.
Ambos, pasado y futuro son dos formas de tiempo que usa nuestra mente para jugar con nosotros, pera engañarnos y distraernos del tiempo presente, nos puede traer buenos recuerdos, o nos puede dejar atrapados en el dolor, nos puede traer alegrías pasadas que ya no lo son, o por el contrario llevarnos a futuribles, a deseos de cosas, estatus o situaciones que no tenemos o no hemos vivido.
Tanto pasado como futuro nos sacan del momento presente y nosotros no solemos ser capaces de controlarlo, nuestra mente nos trae constantemente esos instantes y con ellos los sentimientos que nos generan distrayéndonos del ahora.
Si tenemos un problema que nos ronda la cabeza, esa separación de pasado, futuro y presente se vuelve más pequeña y la lucha mental por nuestros pensamientos es más fuerte e intensa, nos atormenta y nos lanza voces que no nos dejan descansar.
Si en lugar de intentar luchar contra esos pensamientos, los dejamos pasar y escurrir sin razonar sobre ellos y nos concentramos en disfrutar de cada instante haremos que cualquier dolor que nos genere comience a desaparecer, si no puedes hacer nada por arreglar aquello que te preocupa, deberías dejarlo pasar pues nada puedes hacer, si puedes hacer algo, tampoco te preocupes porque podrás hacerlo, y si no puedes evitarlo, y debes vivir con ello acéptalo y sigue adelante.
Aprende a ser feliz con las pequeñas cosas, encuentra en una flor, en el aire, en una mirada, en tu diario vivir esa energía vital que te proporciona el ahora, no tendrás otra oportunidad.